José de Jesús Vázquez Hernández
Fue el dos de abril del 2005 cuando se anunció en el Vaticano la triste noticia de la muerte de Karol Wojtyla, después de 84 años que el Creador le permitió convivir en este mundo.
Juan Pablo II, nació el 18 de mayo de 1920 en Wadowice Polonia, y cuando las fuerzas de ocupación nazi cerraron la Universidad donde estudiaba en 1939, el joven Karol tuvo que trabajar en una cantería y después en una fábrica química, Solvay, para ganarse la vida y evitar la deportación a Alemania.
Después de ser ordenado sacerdote en Cracovia el 1 de noviembre de 1946, de doctorarse en teología en 1948, de ser nombrado obispo en 1958 por el Papa Pío XII y cardenal en junio de 1967, fue electo el sucesor de Pedro número 263, el 16 de octubre de 1978, ejerciendo uno de los pontificados más largos en la historia de los Papas con casi 27 años de ejercerlo, además rompió la tradición del nombramiento continuo de papas italianos.
Este Papa, fue reconocido como el Papa viajero y uno de los líderes de la Iglesia Católica más carismáticos e influyentes del siglo xx, logrando con sus acciones grandes cambios, tanto en su natal Polonia, Alemania y Rusia como en diferentes partes del mundo, al entrevistarse con líderes de los países más poderosos del mundo.
Grandes y maravillosas cosas se pueden contar de este gran personaje próximo a ser beatificado el 1° de mayo venidero, por su ejemplar vida apostólica, pero para nosotros los mexicanos representa algo muy apreciado por el afecto y cariño que nos brindó, al visitar nuestro país, en cinco ocasiones, 1979, 1990, 1993, 1999 y 2002, jamás visto antes, “non fecit taliter omni nationi”, haciendo su primera visita, meses después de ser nombrado Papa.
El pueblo de México, se congratuló con su presencia en cada una de sus visitas, cuando coreaba: “Juan Pablo Segundo, te quiere todo el mundo” y lo asumió como mexicano, de tal manera que llegó a expresar: “Me voy, pero no voy, porque mi corazón se queda…” seguramente permea en cada uno de sus mensajes plenos de esperanza.
“Juan Pablo II ejerció su ministerio con incansable espíritu misionero, dedicando todas sus energías, movido por la "sollicitudo omnium Ecclesiarum" y por la caridad abierta a toda la humanidad. Realizó 104 viajes apostólicos fuera de Italia, y 146 por el interior de este país. Además, como Obispo de Roma, visitó 317 de las 333 parroquias romanas”.
Su amor a los jóvenes le impulsó a iniciar en 1985 las Jornadas Mundiales de la Juventud, promovió el diálogo con los judíos y con los representantes de las demás religiones, convocándolos en varias ocasiones a encuentros de oración por la paz, especialmente en Asís.
A seis años de su fallecimiento y a nueve de su última visita a nuestro país, cuánta falta hace tomar en cuenta sus mensajes de amor abierto que nos legó con especial cariño a todos los mexicanos, elevar preces por la paz, para recuperar al México que él soñó cuando se postraba a los píes de la Virgen Morena de Guadalupe.
Abril 6/2011
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