Desde el nefasto acontecimiento de Ayotzinapa a la fecha,
México se ha movido entre luces y sombras, con una tendencia que se inclina más
hacia las sombras por la diversidad de reacciones y marchas que ha originado y
con ello los medios han tenido materia suficiente para los comentarios, no
siempre acordes al sentir nacional solidarizado con los padres de los jóvenes.
A partir de esa fecha (26 de septiembre) no hay día que no
haya habido en las diferentes ciudades no solo de México, sino de otros países
expresiones en contra de las autoridades involucradas en esa tragedia y en
apoyo de los padres y familiares que buscan a sus hijos con el clamor de que se
los devuelvan como se los llevaron, vivos.
Lo probable es que después de la localización de tantos
cuerpos en diferentes fosas clandestinas ya no aparezcan vivos, pero después de
algunos resultados dados por los peritos que determinan que ninguno de los
restos que han analizado pertenece a alguno de los jóvenes levantados en
Ayotzinapa, les devuelve la esperanza para seguir luchando para localizarlos.
Dentro de la adversidad, que envuelve el hecho, hay una luz
encendida en la obscuridad, la solidaridad mostrada de todo un pueblo hacia los
agraviados, y en particular de los jóvenes que reprueban un hecho que vino a
destapar un sinnúmero de acciones realizadas al amparo de la impunidad que
dejan mal parado el sistema de seguridad de nuestro país.
Por un lado esas manifestaciones tumultuosas son indicativas
de un pueblo que se mueve, que despierta, que aplaude, pero a la vez también
reprocha y reclama sus derechos; que confía, pero igualmente desconfía de sus
autoridades y con ello de algunas instituciones que considera parciales a un
sistema de gobierno manipulador.
El problema es que la enfermedad que ha venido padeciendo de
tiempo atrás, ahora con la bandera de Ayotzinapa, se ha convertido en una
molesta llaga que puede convertirse en cancerosa si no se le trata
apropiadamente, aunque los jaliscienses podemos decir que es algo ajeno a
nosotros, sin embargo la visión del presidente o de las autoridades federales
es diferente.
Todos estamos en el mismo barco, solo que unos viajan en
primera, otros en segunda, otros en tercera y hay quienes solo van sostenidos
con dificultad de algunos de sus accesorios, unos viajan arriba, otros en medio
y los más abajo, pero el ser viajero del mismo barco todos corren peligro a la
hora de la tempestad y más aun si se hunde.
Otra situación resultante de la misma problemática es el
hecho de que el presidente Enrique Peña Nieto, haya nombrado a Jalisco en la
lista de estados prioritarios en el combate a la inseguridad, junto con
Guerreo, Michoacán y Tamaulipas, lo que implica varias lecturas, sobre todo que
algo no se está haciendo bien y que debe darse a conocer y combatirse.
Guerrero, Michoacán, Tamaulipas, Jalisco y los demás
estados, todos somos México, estamos en un mismo barco, en un barco que se
mueve hacia senderos peligrosos, pero conscientes de la realidad y de la
pluralidad, sociedad y gobierno,
enderecemos el barco hacia un faro luminoso que nos lleve puerto
seguro.
Diciembre 3/2014
Comentarios
Publicar un comentario