LA MENTIRA Y EL NEGOCIO
José de Jesús Vázquez Hernández
Es de generales conocidas o del imaginario colectivo, el hecho del negocio de la mentira, siempre han rondado las historias alrededor de esta clase de oficios donde una gran cantidad de personas fingen determinadas incapacidades o limitaciones para causar compasión entre la gente y poder recibir a cambio unas monedas, para con el tiempo convertirse en poseedores de fortunas.
Es sabido también que este tipo de acciones, no son exclusivo, hay personas que merodean en las plazas públicas con un botecito en la mano y un bastón en la otra fingiendo ceguera o lacras que exhiben para llamar la atención; marías sentadas en las esquinas, con sus canastos llenos de mercancías y rodeadas de dos o tres niños, de los cuales amamantan uno.
Qué decir de la gran diversidad de servicios y mercancías que son ofrecidos en los camiones, tal vez por el sub-empleo, o por la costumbre o facilidad de obtener su “modus vivendi”, el caso es que unos cantan, otros venden discos piratas, y una diversidad de productos que pueden tener o no la calidad que les otorgan sus oferentes.
La mentira merodea en diferentes espacios o actividades, como en la venta de productos curativos milagrosos o medicinas engañosas, pero se anuncian adjudicándoles propiedades inexistentes.
Todo esto es grave, pero hay otro negocio de la mentira que me parece aun más grave, cuando se utiliza para ello, la ingenuidad y la dulzura de la niñez para su objetivo, es costumbre ver en diferentes esquinas a mujeres desarrapadas, con un niño en brazos, por lo general dormido, fingiendo que está enfermo y requieren ayuda para comprarle medicinas.
La actividad es variada, el joven drogadicto o ya regenerado que va de casa en casa solicitando una ayuda para el sostenimiento de su comunidad, pero con la alcancía ya violada, que hace desconfiar de la realidad de su acción; el que pide para enterrar a un ser querido o el sordomudo que se cuelga un letrero en el cuello, denunciando su estado.
En fin cada vez la maldad aumenta, hace unos días recibí un e mail, donde afirman que todo comenzó en un programa supe divertido, donde Facundo con ayuda de otras personas trataron comprobar qué tan rentable era pedir dinero en la calle y además de serlo atractivo dicen haberse topado con el siguiente problema.
Después de experimentar de diferente manera, se encontraron con una casa, se supone que en D.F. donde supuestamente rentaban niños, y al presentar a una persona pretendiendo rentar a uno de ellos, le informan del precio y si lo quería con pastilla o sin pastilla, para que permanezcan drogados y no lloren mientras hacen su trabajo.
Termina haciendo algunas reflexiones acerca de esta situación tan lamentable, que haya gente tana ruin que se dedique a hacer esta clase de negocios, y ¿por qué la sociedad ha llegado a tal extremo?
Solo me resta agregar que en la política el negocio de la mentira, no canta malas rancheras, se ha convertido en una costumbre decir medias verdades o mentiras enteras, faltando a la Verdad y al mandamiento de “no mentir”. jjesusvah@hotmail.com
