José de Jesús Vázquez
Hernández
Uno de los temas que más han apasionado a la humanidad es
encontrar el origen y destino de nuestra existencia, quién soy, de donde vengo
y a donde voy y qué se encuentra más allá después de la muerte, estos son tan
solo algunos de los tópicos más comunes que ocupan y preocupan a los seres
humanos que buscan una solución a su futuro.
Después de la muerte de Jesucristo, que acabamos de
celebrar en esta semana santa, para los católicos la resurrección representa el
fundamento de nuestra fe, y con ella recibimos la solución a la gran inquietud
que mortifica a los que nos vamos a morir, de tal manera que como dice San
Pablo, “si Cristo no ha resucitado, es vana nuestra proclamación, vana nuestra
fe”, con él morimos y con él resucitamos.
Todo eso aconteció en pocas horas, en un juicio, sin
juicio, como decían las abuelas a los niños inquietos y desobedientes, “niño,
no tienes juicio” en ese contexto se llevó a cabo uno de los juicios más
controvertidos de la humanidad, en el que según dicen los investigadores del
mismo, se cometieron más de ocho irregularidades.
El pueblo judío y sobre todo el grupo de los saduceos y
fariseos que conformaban el Sanedrín, no entendían o no querían entender que
Cristo era el Mesías prometido, ellos tenían un concepto diferente de mesías,
lo entendían como un caudillo que los liberara con sus armas del yugo romano
que los oprimía, no como profeta que predicaba una nueva doctrina con normas
más sensibles, con nuevos conceptos que cambiaron el entorno.
El mesías que ellos esperaban no encajaba en sus
expectativas, en primer lugar era hijo de un carpintero, contradecía con su
vida y doctrina una serie de principios que venían rigiendo su conducta, la “Ley
del Talión” que aplicaba el principio de “ojo por ojo y diente por diente”,
tenía una nueva forma de interpretarse, devolver bien por mal, como lo indica
el evangelista Mateo 5,38-42.
Su fama milagrosa le fue acarreando una multitud de admiradores,
sobre todo de la clase más desprotegida, de los rechazados por la sociedad, que
veían en él una esperanza de recuperar su salud, quienes además de ser curados
físicamente también lo eran perdonados de sus pecados, pero el milagro de la
resurrección de Lázaro fue como un detonante que atrajo mayor atención de quienes
querían encontrar en él alguna culpa para juzgarlo.
En esa búsqueda Judas, uno de sus discípulos que no
entendió el mensaje de su maestro, se ofreció al Sanedrín que era como el equivalente
a la Corte Suprema de la Ley Judía, conformado por setenta miembros de los
grupos de fariseos y saduceos, constituidos por sacerdotes y ancianos, y les
prometió entregar a su maestro a cambio de treinta monedas de plata, que
después, devolvió y con ellas se compró un terreno para cementerio de
extranjeros.
Una vez hecho o simulado el juicio, sin juicio, con
graves irregularidades, hecho de prisa y traído de Herodes a Pilatos,
finalmente Jesús, fue crucificado y con su muerte llegó la resurrección, por lo
que podemos concluir que la vida de ningún otro ser ha influido tanto como la
de Cristo, quien cambió con su nueva doctrina, el pensamiento del Antiguo Testamento
y con ello se creó el Nuevo Testamento, un antes y un después.
Abril 4/2015
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