José de Jesús Vázquez Hernández
Al transitar por una de las céntricas arterias de la ciudad, paralela a la avenida Juárez Vallarta, y por otras tantas de las diferentes poblaciones del estado de Jalisco y sin duda también en algunas otras entidades del país, observamos grabado en varias de sus esquinas el nombre de este personaje, considerado gran filántropo y educador de la niñez jalisciense.
Al preguntarnos quién fue y que hizo para merecer no solamente el honor de que algunas calles y varias escuelas lo honren con su nombre, además una efigie con su nombre, ocupa un espacio privilegiado en el selecto lugar de la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres, lo que nos remonta a proyectar una mirada retrospectiva a su generosa vida en el 212 aniversario de su nacimiento.
Manuel López Cotilla, (Manuel María Magdaleno) nació el 22 de julio de 1800 en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, donde es educado con esmero. Fue hijo único de un comerciante español, don Manuel López Cotilla y de su madre Juana María Beregaña.
Estudió la instrucción primaria en la Escuela del Consulado, de donde pasa después al Seminario Conciliar de Guadalajara, pero queda huérfano de padre a los 15 años y poco después de contraer su madre nuevas nupcias, se retira a una huerta por Toluquilla, donde se dedica al estudio del dibujo y de las matemáticas que utilizó para desarrollar un método didáctico.
A los 18 años se le desarrolla la tuberculosis, que lo acompañaría durante su vida. Pronto trabaja como síndico
del Ayuntamiento y en 1834 ocupa el cargo de regidor del mismo, cuando
se crea la comisión de escuelas, efectuando reformas en las primarias,
creando varias por diferentes rumbos de la ciudad, pone en vigor el
reglamento escolar y establece varios métodos de enseñanza de la lectura.
Al
finalizar su periodo edilicio integró una comisión de escuelas a las
que sirvió por varios años sin retribución alguna y trabajó para lograr
la enseñanza primaria gratuita en todo el territorio jalisciense y la formación del profesorado, así mismo creó la Inspección Escolar, siendo el mismo el primer inspector durante 16 años en cual ejerció con gran celo, prácticamente sin recibir sueldo o estipendio del Estado.
Nos
dice don Gabriel García de Alba que elaboró un amplio estudio sobre la
vagancia, originando la creación de la primera escuela nocturna para
adultos y otra
que llamó escuela de Artes Mecánicas que con el tiempo llegó a ser el
Instituto Politécnico y que ahora se conoce como Instituto Tecnológico
de Guadalajara.
Escribió
varias obras didácticas y después de una larga y fructífera labor en
pro de la cultura y educación en Jalisco, afectado por la penosa
enfermedad adquirida desde su juventud, falleció a los 61 años el 27 de
octubre de 1861, dejando en sus obras un gran legado. Fue sepultado en el panteón de Santa Paula (Belén), donde se encuentra a inspiración del mismo la siguiente inscripción:
Los restos mortales de pecador arrepentido, esperan aquí la resurrección de la carne.
Este valor jalisciense, promotor de la enseñanza en el Estado, impulsor de
un proyecto para el establecimiento de una escuela normal, escribió,
tradujo e imprimió varias obras, casi siempre con sus propios recursos
que obsequiaba a los profesores, es un digno ejemplo de las nuevas
generaciones de maestros. jjesusvah@hotmail.com
Comentarios
Publicar un comentario