Sr. Cura Jesús Hernández |
José de Jesús Vázquez
Hernández
Digo el hombre, porque tenía que ser muy hombre, un
sacerdote forjado en el yunque a martillazos, si bien, no fue guerrillero, ni
castrense, si fue afectado por los efectos del acecho de la llamada guerra
cristera, tiempo en que se persiguió todo aquello que olía a Iglesia, a
religión, a templos, a sacerdotes, a conventos, a seminarios y a colegios con
ideología cristiana.
Ese hombre fue el señor cura Dr. José de Jesús Hernández
Núñez (1906-1958) originario de Unión de tula, doctorado en cánones en Roma,
quien como decía no fue guerrillero como lo fueron algunos sacerdotes que se
fajaron la pistola y el rifle, como lo hicieron algunos de ellos como José
Reyes Vega y Aristeo Pedroza José Gabriel González, Enrique Morfín Carranza,
José Espinoza, Clemente García, Miguel Guizar Morfín, Jesús Angulo entre otros
sacerdotes que participaron activamente en el movimiento cristero.
Una vez que el Señor Cura tomó posesión de la parroquia de
San Ignacio Cerro Gordo en 1943, percibió y analizó los problemas que afectaban
a la comunidad, estudió sus debilidades y fortalezas, sus amenazas y
oportunidades y con base en este análisis consideró que una de sus mayores
debilidades era la adicción al alcoholismo, la cual combatió a toda costa y no
con pocos problemas hasta desterrar por completo la venta de bebidas espirituosas
en el lugar.
Como bien lo narra Chuy Rios en su novela, en cambio vio en
la niñez una fortaleza, al considerar que una comunidad que tiene buena niñez y
buena juventud, tiene asegurado un futuro promisorio, tiene o tendrá un óptimo
futuro asegurado, en cambio una comunidad que carece de buena niñez y buena
juventud, va a la ruina; pues los viejos ya somos lo que somos; en la edad
adulta ya no hay muchos cambios, muchas modificaciones, ya no somos tan
moldeables como son los niños.
Eso lo impulsó a enfocar una de sus principales acciones en
la educación de la niñez con el criterio de “ámalos, edúcalos y déjalos volar”
en este campo tan fértil trabajó incansablemente, incluso fundó una escuela
para niños y otra para niñas, conocida primero como la Escuela del Señor Cura,
después la bautizó con el nombre del Papa Pío XII, “Eugenio Pacelli”.
Las amenazas persistían, no era solamente el alcoholismo la
causa de todo, había que educar a la gente integralmente, en cuerpo y alma, y
las oportunidades eran llevar a cabo acciones que fortalecieran todos los
campos del ser humano, desde su divertimiento, como la promoción del deporte en
la niñez y la juventud, iniciando con el apoyo al béisbol y el fútbol,
facilitándoles los medios, como entrenadores y instrumentos para practicarlo, dejando
de lado aquellos rústicos instrumentos moldeados por los mismo ejercitantes, logrando
muy buenos resultados.
No todos los jóvenes podían ser deportistas, había un gran
potencial para la práctica de las bellas artes, había damas y caballeros quienes
se interesaron por la cultura, el teatro, desde luego con mensajes positivos,
la poesía, la literatura, por la música, dando como resultado la conjunción del
exitoso mariachi conocido como “Águilas Negras”, fundado por don Jesús Mercado
en 1948; además de un trío comandado por Jesús Rios (Chuy el Cantor), además de
sus coros.
Ya desde entonces la gente de San Ignacio comenzó a cambiar
con comunidades cristianas sólidas, un pueblo sin cantinas, sin centros de
prostitución, se terminaron casi por completo los actos delincuenciales, con
equipos de deportistas muy competitivos, con su colegio que daba cabida a niños
y niñas, gracias a la oración y al trabajo del señor cura Hernández, apoyado
por los padres de familia.
Julio 6/2019
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