José
de Jesús Vázquez Hernández
El Instituto Nacional Electoral determinó que
el camino a seguir en las elecciones del 2018 para elegir a un nuevo presidente
de la república, 9 gobernadores, 500 diputados federales, 128 senadores,
incluido el nuevo gobierno de la Ciudad de México, más los propios de algunas entidades
federativas comenzaría a partir del mes de septiembre del año pasado.
Los interesados, ni tardos ni perezosos como
se dice coloquialmente, pronto comenzaron a dar a conocer sus intenciones,
porque la precampaña en sentido real, desde que termina una elección, ya están
planeando donde acomodarse en la próxima, además señaló que la precampaña debe
llevarse a cabo del 14 de diciembre al 11 de febrero, en la que nos encontramos
actualmente.
Una precampaña en que los partidos políticos
deberían seleccionar a su precandidato, el cual desde el inicio ya fue electo
por designación o dedazo, tiempo en el que los aspirantes independientes
también participan, a quienes la ley les impone como requisito reunir el
soporte de una gran cantidad de personas residentes en la jurisdicción que
pretenden representar o gobernar.
En este proceso se encuentran los aspirantes
que nos tienen invadidos por una multiplicidad de spots, que según dicen son
exclusivos para las asambleas y consejos directivos de sus paridos, mientras
los independientes andan pescando personas que los apoyen con credencial en
mano además de su firma electrónica, datos que según el INE serán bien
resguardados, ojalá así sea.
Estos spots, que no pagan los partidos
interesados, los ciudadanos consideramos que a cambio de ello, el costo de las
elecciones saldría más barato, sin embargo, resulta que el presupuesto haya o no
haya elecciones se eleva cada vez más a pesar de que se ahorran una gran
cantidad de dinero en la emisión y propagación de sus campañas electorales.
De acuerdo con las encuestas, estas
precampañas terminan por asediar y enfadar a la ciudadanía, además de derrochar
importantes recursos que podrían ser utilizados en otro objetivo como sería la
ayuda a quienes fueron damnificados por el sismo o bien por las inundaciones y
demás perjuicios que trae consigo cada año la sabia naturaleza.
Después de cada elección quienes organizan y
participan en los comicios, terminan por hacer algunas reformas con el fin de
corregir según ellos algún exceso cometido durante su campaña, normas que pasan
a ser letra muerta, que pocos cumplen por su pesadez y en ocasiones resultan
hasta confusas y asfixiantes que tienen que ser interpretadas por expertos.
Tomando en cuenta, de acuerdo con los
analistas el poco influjo que originan en la ciudadanía las precampañas y los
recursos que se invierten en ellas, lo correcto sería adecuar la norma
simplificando el proceso, reducir el tiempo y diputados, senadores, regidores y
demás cargos innecesarios que duplican funciones y se invierte en ellos una
gran cantidad de dinero que podría utilizarse en otras necesidades.
Por lo pronto a los ciudadanos solamente nos
queda seguir escuchando mensajes repetitivos que no están dirigidos para el
ciudadano común, según dicen, y observar propaganda visual en la que todos los
interesados solamente se presentan como los más decididos a combatir el mal que
nos afecta, si bien, una vez que pasa el proceso todo vuelve a la normalidad
del sistema y nada pasa.
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