José de Jesús
Vázquez Hernández
Los partidos políticos y sus candidatos cuanto se
promocionan o candidatean hacen alarde de sus virtudes y del gran interés que
tienen por servir a la comunidad, no solamente a sus seguidores, sino a toda la
ciudadanía a la que se deben y les paga, no escatiman oportunidad para dar a
conocer sus principios y lo honesto y transparente que son.
La publicidad hecha a modo para sus campañas, incluidas sus
promesas, compromisos y dádivas (con sombrero ajeno) abundan por doquier,
consideran que entre más se publicitan más clientes atrapan, situación que no
siempre conduce al mismo resultado, ya se ha visto que a veces no gana el que
más gasta en su campaña, otras estrategias han sido más exitosas.
El lema o estribillo primordial que manejan generalmente
está basado en que ellos si se interesan por el bien común por beneficiar a los
demás, por el bienestar de las familias, pero no dicen de cuales, pues
finalmente cuando se acomodan en algún cargo sí se nota el beneficio para los
demás miembros de su familia, a quienes de inmediato acomodan en el
presupuesto.
Desde el Antiguo Testamento las riquezas son consideradas
una bendición de Dios, la abundancia no es vista como un problema, el problema
consiste en el mal uso que se le da a los bienes materiales cuando se afecta y
abusa de los más pobres a través de la injusticia, el fraude, la usura, no
tomando en cuenta las necesidades de quienes viven a nuestro lado.
Otra forma de faltar a sus promesas, particularmente quienes
dicen ser nuestros representantes en el Congreso o quienes desempeñan algún
cargo, es cuando se unifican entre sí, o se alían con otro partido o grupo para
normar un criterio que no siempre tiende al bienestar general, sino al de grupo
o al individual, a pesar de que con ello afectan el interés comunitario.
La justicia social nos invita a estar atentos a las necesidades
de los demás, pues suele decirse que nadie sabe cuánto pesa el costal, sino el
que lo trae cargando, con frecuencia etiquetamos a quienes vemos en desgracia,
al referirnos a ellos como tontos, flojos, indolentes, apáticos etcétera con
tal de justificarme, sin considerar realmente los motivos que lo mantienen en
esa posición.
Lo que se acumula y no se comparte, deja de ser útil tanto
para unos como para otros, igual sucede con los talentos, si no se usan para
servir, no se aprovecharán, se nos ha inculcado que deben usarse
apropiadamente, preservarse y aumentarse con ese fin, para el bienestar de los
demás como dice el Papa Francisco, dado que las riquezas deben usarse para
crear beneficios a la sociedad.
Los gobiernos deben vigilar y propiciar la distribución
equitativa de la riqueza y la iniciativa privada debe implicarse en la
actividad económica como un valor y derecho que debe promover y defender, sin
descuidar los valores que originan el desarrollo armonioso de la persona y de
la sociedad, debe hacerlo con diligencia, mirando por la justicia y los
derechos de los trabajadores, sin trampas.
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