jueves, 8 de mayo de 2014

ANTES Y DESPUÉS DEL MERCADO CORONA

José de Jesús Vázquez Hernández  
Como acontece en la vida misma, las cosas tienen un antes y un después, generalmente las diferentes etapas en la historia del universo y de las personas encontramos un punto de referencia que nos sirve para evaluar el pasado y ver al futuro, cómo fue antes y como será después de tal o cual suceso motivo de referencia. 
En el caso del actual incendio del Mercado Corona, nos induce a realizar un análisis de cómo fue y ha sido hasta ahora la práctica del comercio no solamente en nuestra ciudad, sino en todo México, desde la llegada de los españoles al Nuevo Mundo, cuando estos tenían la encomienda de pacificar y catecumenizar a los indígenas, también intercambiaban espejitos por valiosas piezas de oro.  
Ya desde allí comenzó una relación desventajosa con los nuevos visitantes que llegaron para quedarse, tiempo en que se llevaban, explotaban y saqueaban todo aquello que consideraban de valor, como los metales mineros y la materia prima para la elaboración de productos que una vez transformados nos los regresan a precios altos a con frecuencia en bagatelas de vida efímera.  
El pequeño comercio, el cotidiano se ejercía en las calles y se intercambiaban productos entre los habitantes, pero con el tiempo intervino la moneda de cambio y el intercambio se practicaba solo eventualmente, costumbre que ha perdurado sobre todo el ejercicio del comercio en los tianguis de la ciudad que invaden calles periódicamente o frecuentemente según el caso. 
Con el tiempo se fueron creando las tienditas barriales que junto a los templos, a las plazas públicas y a los mercados que se fueron construyendo en todas las poblaciones con el fin de acercar determinados productos sobre todo del campo a la ciudad, comenzaron a cumplir una función social muy encomiable como lo hacen las tienditas con productos de primera necesidad.  
El tiempo se vino encima, los mercados se fueron transformando y la función de acercar a la gente los productos de primera mano de los campesinos a los centros de consumo, se fue perdiendo, la globalización los ha invadido de falluca y de productos varios menos de aquellos para lo que fueron creados, esto aunado a una nueva visión de las autoridades municipales los ha venido transformando. 
Algunos de ellos con todo y la globalización se han convertido en grandes fuentes de concentración de comerciantes, de variedad de productos, con diversas necesidades, con mayores exigencias de satisfactores como son la energía eléctrica, el agua, el gas, etcétera, entre ellos el mercado de San Juan de Dios, el Alcalde y ahora el Corona, que por multiplicidad de factores se ha incendiado.  
Qué decir de las tienditas, rodeadas de super mercados por todas partes, ahora se ven asediadas no solo por los efectos de la globalización y el comercio informal (formalizado por las autoridades) sino por la reforma hacendaria que les exige nuevas fórmulas de cumplir con sus obligaciones fiscales, en lugar de más simples, resultan más complicadas.   
Eso fue antes, ahora hay que darle solución al problema de los más de 500 pequeños comerciantes instalados en esa zona y ofrecerles un lugar donde puedan vender sus productos, y al espacio quemado, resurgirlo con un nuevo proyecto adaptado a las necesidades actuales, al entorno habitacional y arquitectónico de la ciudad que supere al emblemático mercado sumergido entre cenizas.  
jjesusvah@hotmail.com

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